sábado, 13 de octubre de 2012

MOMENTOS


Hay veces las cosas no parecen tener sentido, ni pies ni cabeza, ni manos, pues parece que no puedo avanzar, pensar o crear. Y pareciera que estoy a la deriva,  sin un rumbo, sin una dirección, pareciera que la vida simplemente me mantuviera flotando en medio del espacio, sin tener nada a que aferrarme o sobre que pisar o apoyarme.

En momentos como este, me pregunto ¿quién soy, de donde vengo, que quiero? lo curioso es que ante una imaginación tan grande como la mía, solo puedo pensar en que no se la respuesta de ninguna de ellas, pero lo sorprendente de todo esto es que a pesar de no contar con respuestas a estas preguntas básicas de la existencia de todo ser humano (por lo menos así yo lo veo), existe un sentimiento tan profundo y tan  fuera de mi, donde hay una certeza absoluta de que todo esta bien.

De que este momento de vacío existencial es perfecto, es incluso necesario para crecer de manera integra, siento a la vez como si fuera un respiro para poner las cosas en orden, aprender cada vez más y más a jugar en y con la vida, es un momento ideal para ver dentro de mi, solo para observarme, viendo mis ideales desde una perspectiva de tercera persona donde puedo verme actuando mi papel en la vida, con mis amigos, familia, trabajo, con mis relaciones.

Estos momentos los considero sagrados, pues tomo conciencia de mi vida, del efecto que estoy teniendo en mi paso sobre la tierra, que es solo un momento en la existencia infinita del Todo.

Aprender a dejarme llevar por la vida, disfrutando de sus misterios, atreverme a vivir, simplemente eso, pero vivir en realidad, sin dejar pasar una oportunidad ya sea para hacer un cambio radical de 180° o simplemente no dejar pasar un atardecer.

De enamorarme no importa si soy correspondido o no, puesto que el simple hecho de habérmelo permitido ya me ha hecho crecer.

De encontrar una risa en un desconocido, recibir la bendición de un monje o de mi abuela.

De terminar de leer ese libro, ver una película o escuchar cantar a un amigo.

De gritar esa mentada que muchas veces es tan liberadora.

De bailar, de cantar, llorar, por que el movimiento es sanación.

Y es así como me doy cuenta de que nunca he dejado de moverme, de sanar, de crecer aún en este momento de mi vida donde me siento a la deriva, pues hay algo en mi que no se deja de mover, no deja de brillar, no deja de vibrar y esto es mis ganas de cada vez ser mejor que ayer y mañana mejor que hoy.

PEPE CABRAL

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